Cambio basura por hospital.
Cambio hospital por basura.
Cambio hospital por basura.
El Gobernador Daniel Scioli, con más hormonas que neuronas, amenazó con impedir la entrada al CEAMSE de las 5000 toneladas declaradas que la ciudad entierra en el territorio bonaerense y por las dudas, anunció una suba en el precio de la disposición de dichos residuos.
Se sucedieron chicanas y estupideces mayúsculas entre los improvisados funcionarios de aquí y de allá de la Av. General Paz y del sucio Riachuelo, pero ninguno fue al fondo de la cuestión, tal vez por temor a ahogarse de tan acostumbrados a las superficialidades, o por la falta de conocimientos y coraje.
El planteo es muy ridículo: cambio basura por hospital dicen desde la City; cambio un turno en un hospital por enfermedad y basura responden desde La Plata.
La cuestión es que tanto la salud pública como la gestión de la basura están irresueltas y fatalmente relacionadas.
La Provincia más rica en cuanto a la producción de bienes exportables es la de Buenos Aires. De las exportaciones de la Provincia, la Nación recibe en concepto de retenciones más del 25%, del que dispone libremente; o más exactamente es la Presidente quien a su libre voluntad, por obra y gracia de los poderes extraordinarios que le dieron diputados y senadores, les da destino. Por otro lado la magra coparticipación que recibe Buenos Aires (como todas las demás empobrecidas provincias), es del todo insuficiente. Los gobiernos anteriores... ¿para qué mencionarlo? Duhalde, Ruckauf, Solá, arrastraron y ocultaron problemas, desde la cuestión de la estatización de la deuda del Banco de la Provincia, hasta del tratamiento de los rellenos sanitarios, la bomba ecológica de Ruckauf que sigue sin desactivar.
En la Ciudad de Buenos Aires, desde hace más de 30 años y por un valor en pesos dispusieron miles de toneladas de basura en la provincia sin vislumbrar siquiera una alternativa tecnológica viable y exitosa, más allá de la intención de la ley de basura cero, buena en sí, pero sin voluntad política de hacerla cumplir.
A todo esto, los hospitales son provinciales o del gobierno de la ciudad, según corresponda, ya no son nacionales. Sin embargo hay un Ministro de Salud de la Nación y hasta un presupuesto de ese ministerio cuyas acciones brillan... pero por su ausencia.
La provincia de Buenos Aires tampoco debe seguir enterrando la basura como lo hace ni donde lo hace en el territorio provincial, ni siquiera la propia.
El problema ni la solución pasan por un neolítico trueque. Pasan por la aplicación de los recursos que cada provincia y sus habitantes generan, a la provincia, en un marco de solidaridad propia de un país realmente federal. Pasa por un plan integral de manejo de residuos que sea más que la simple licitación para "darle un estudio más a las consultoras amigas" y después no hacer nada. Pasa por que la Nación asuma también sus responsabilidades en un tema grave para muchas más que dos jurisdicciones que por su magnitud, son el reflejo de otras, menos conspicuas, pero también con argentinos que tienen derecho a "vivir en un ambiente sano y equilibrado".
Grave es también la consecuencia de la delegación de poderes por parte de los legisladores de todas y cada una de las provincias, no se trata de un tema de dinero sino de salud y de calidad de vida.
Los basurales y los problemas sanitarios se extienden desde Usuahia hasta La Quiaca y desde Buenos Aires hasta San Juan.
La ley de presupuestos mínimos lejos de significar una solución fue un entretenimiento, y el Consejo Federal de Medio Ambiente, en la práctica resultó una reunión social de delegados sin poder. Ninguna acción concreta contradice estas afirmaciones.
Si los ciudadanos no hubieran actuado en este tiempo, en legitima defensa propia, como en el caso de Brandsen, Olavarría, Magdalena, González Catán, Ciudad Evita, San Vicente, Alberti, Ezeiza, entre otros, más graves serían todavía las consecuencias.
Es que las soluciones no se logran con meros discursos, sino que "primero se conciben, luego se preparan y por último se obtienen".
Año 2008